martes, 9 de octubre de 2012

Reflexiones sobre el running




Llevo un tiempo pensando en el tema de running y de la transformación que sufro cuando me pongo a correr, las fases por las que paso, parece que pasa toda una vida por delante mia.
Tengo asumido que el running es un deporte para masoquistas, es como la ludopatía en la que te juegas la pasta en las tragaperras convencido de que vas a ganar y el resultado es siempre el mismo. Pero bueno, mientras pierdes el placer es máximo, esa sensación de libertad, de soledad, de no saber donde estas, de que no hay prisa por nada... el tiempo se estira y si a esto le ponemos un poco de musica ya es el summun. En el rato en que te encuentras bien te sientes poderoso y enorme, ves a tu alrededor por encima del hombro, tus pisadas machacan el suelo y hacen añicos todo cuanto tocan; disfrutas, lo disfrutas a lo grande, mucho mas que en bici. Pero este tiempo es efímero, en minutos sabes que te llegara el momento, justo después de un breve estadio (5 min aprox) en el que te sientes volando. A partir de entonces llega el declive, poco a poco te vas encorbando, vas metiendo tu cabeza entre los hombros, tus zancadas se hacen cada vez mas pequeñas y se va consumiendo tu orgullo poco a poco. Sabes que estas vencido, te ves vencido pero te resistes a asumirlo, es un punto sin retorno a partir del cual todo va a peor, tratas de mantener el ritmo pero empiezan las dudas por el cansancio: vamos que podemos!, un poco mas!, no me encuentro bien y, por ultimo, ya no puedo más.
Ahora continua el combate contra ti mismo. Empiezas a darle a la cabeza, te preguntas que coño estas haciendo, porque no paras de una vez y sin querer pasas a un estado de sedación, tu cabeza entra en un estado onirico en el que no sabes si estas despierto o dormido, estás “knock-out”, si se cruzara una vaca en tu camino ni la verías; tu cuerpo asumió que no vas a parar e intenta economizar energía, desconecta sentidos para que no consuman.
Al rato, después de mucho barrenar sin saber de que, como cuando sueñas y te despiertas sin acordarte de nada, la preocupación se centra en cosas como el agua, se convierte en una obsesión, empiezas a calcular distancias, tiempos y ritmos a los que debes ir para llegar sin desfallecer, siempre en este estado de sedación en el que eres un robot.
Por ultimo llega el muro, de repente las piernas dicen basta y tu cuerpo lo mismo, tu cabeza sigue igual pero no hay más fuerzas, no hay mas gasolina, alguien ha cerrado la espita y en 100 metros ya no te queda nada. Tienes que parar, esto ha terminado cuanto mas tardes en parar mas lo vas a pagar, aquí ya no hay ningun tipo de alegría, de disfrute, ya no queda mas sedación, esto es dolor puro y duro; sólo te queda la fuerza de voluntad. Si continuas dos o tres kilómetros más seras capaz de seguir a ese ritmo hasta que te desplomes al suelo. Aun no he llegado a este extremo de desplomarme así que no puedo hablar de que pasaria entonces, pero nada bueno seguro.

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